domingo, 15 de mayo de 2016

CUANDO EL MUNDO NO QUIERE ALEJARSE


¿Es posible vivir los momentos que preceden al último aliento tal como uno lo desea? El escritor serbio Branimir Scepanovic escribió un libro inquietante intentando dar respuesta a esa pregunta: La boca llena de tierra. Y lo hizo en dos relatos paralelos que cuentan la agonía de un hombre, aquejado de una enfermedad terminal, que se baja del tren en el que viaja antes de llegar a su destino en Montenegro, la añorada tierra de su infancia, y se ve repentina e inexplicablemente sometido a una extraña persecución en medio de la naturaleza inmensurable y gélida.

   Tal vez la vida sea solamente una huída hacia la cumbre blanca de una montaña. Un viaje inevitable. Un retorno, caminando bajo un cielo vacío, hacia uno mismo para que el mundo pueda alejarse, bello y libre, como una visión irreal sobre nuestra cabeza. Pero siempre hay alguien que acecha, que persigue, que procura impedir la remota satisfacción de la soledad final. ¿Por qué quieren matarnos si vamos al encuentro de la muerte?

   Hay algo en la metáfora existencial que es este libro que, al acabarlo, provoca un inevitable viaje al silencio. Por eso su lectura se hace imprescindible. ¿Cómo evolucionamos para convertirnos en extraños? Quizá en plena naturaleza siempre estaremos más próximos a los animales que a los seres humanos. Salvajes ausentes de orientación. Leemos la misma historia narrada de forma distinta por los perseguidores y la presa. ¿Qué ocurre de verdad? Jamás sabremos qué acabará provocando realmente el destino fatal de la especie, pero sin duda estará hecho de pequeñas historias como la escrita por Scepanovic. Iremos pasando de un mundo a otro, buscando una prueba de vida e ignorando conscientemente que, de todas formas, la extinción, personal o colectiva, siempre será un desenlace irremediable.

   El destino nos pertenece, pero está a orillas de la muerte, en la frontera entre lo que creemos que somos y todo lo demás. ¿Podremos elegir la realidad última?